hacer cola es cosa de burros

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En una cola de cinco asnos...




5º: Hola, buenos días ¿es esta la cola para la alfalfa?
4º: Sí señor, ésta es.
5º: ¿Es usted el último?
4º: No
5º: ¿Ah no? ¿No es usted el último?
4º: No, yo era el último hasta hace un rato, hasta que ha llegado usted, entonces he dejado de serlo.
5º: Ya veo... y... ¿No me dejaría usted pasar? Es que traigo mucha prisa.

3º: ¡Sí hombre, ya está aquí el listo de cada mañana con sus lloriqueos y sus impertinencias, dando po'l culo de lo lindo! Colándose, eh!?
5º: Oiga, que no hablo con usted...
3º: ¿Qué?
5º: ¡Que no hablo con usted!
3º: A ver, digo yo que las colas están para respetarlas. ¡Y no me trates de usted que me sumas años!
5º: Pues ya que quieres que te tutee déjame que te diga que eres un imbécil...
4º: Tst tst... Haya paz.
5º: ... y un maleducado! ¿No sabes que tengo que irme a cargar patatas?

2º: ¡Todos sabemos que tienes que irte a cargar patatas! Nos lo cuentas cada mañana.
1º: Cada día igual... Y luego te vemos tumbado bajo un olivo, ahí, a la bartola. Sin hacer nada... Pues ya que no haces nada podrías llegar antes a la cola. Yo llego a las seis y media.
5º: Pero es que...
2º: Oye mira, ves a lavarte el hocico a la fuente de la plaza y vuelve en un rato.
5º: Sí hombre ¿me has tomado por burro? ¿Y si viene alguien y me quita el sitio?
2º: Venga, no te preocupes que te guardamos la tanda, de veras.
5º: Sí, ¿en serio? Bien visto os portais bien conmigo... Voy a lavarme el hocico y vuelvo en un rato. Hasta ahora.

4º: Anda que...
1º: Pobrecito...
2º: Si es que...
3º: Es verdad que jode ser el último de la fila. ¡Pero es que hay que ser burro para no darse cuenta de que en el pueblo no somos más de cinco asnos!
1º: Déjalo.
4º: ¡Eh! Ya abren. ¡Qué hambre!
2º: Mmm... Alfalfa...

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En defensa de internet

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Eneko/20minutos.es

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Mal, y con...

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Ya estamos en la Havana
Esto sí es el Malecón
Las aletas y el snorkel
Desafían la polución.

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maltrecho templo

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[.../...]

Vi no hace mucho una casa que ardía. Las llamas
devoraban el tejado. Al acercarme advertí
que en su interior quedaba aún gente. Fui
a la puerta y les grité que el fuego llegaba ya al tejado y que debían
por tanto salir inmediatamente. Mas allí nadie
parecía tener prisa. Uno me preguntó,
mientras le chamuscaba el fuego las dos cejas,
qué tal tiempo hacía fuera, si llovía,
si hacía viento, si existía otra casa
y cosas por el estilo. Sin responder,
salí de nuevo. Estos, pensé, se abrasarán mas
seguirán preguntando. En verdad, amigos,
a quienes el suelo que pisan, la planta de los pies no queme tanto
que sientan deseos de cambiarlo por otro cualquiera,
nada tengo que decirles—. Así habló Gautama, el Buda.
Pero también nosotros, que no cultivamos ya el arte de la tolerancia,
que cultivamos más bien el arte de la intolerancia, nosotros que con consejos de índole terrena incitamos al hombre a liberarse de sus
[verdugos humanos,
a quienes viendo acercarse las escuadrillas de bombarderos del
[capitalismo siguen preguntándonos
cómo concebimos esto, cómo nos imaginamos aquello,
y qué será de su hucha y de su pantalón de los domingos después de una
[revolución,
a ésos, poco creemos tener que decirles.


Historias del Almanaque, (Bertol Brecht)

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