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Vi no hace mucho una casa que ardía. Las llamas
devoraban el tejado. Al acercarme advertí
que en su interior quedaba aún gente. Fui
a la puerta y les grité que el fuego llegaba ya al tejado y que debían
por tanto salir inmediatamente. Mas allí nadie
parecía tener prisa. Uno me preguntó,
mientras le chamuscaba el fuego las dos cejas,
qué tal tiempo hacía fuera, si llovía,
si hacía viento, si existía otra casa
y cosas por el estilo. Sin responder,
salí de nuevo. Estos, pensé, se abrasarán mas
seguirán preguntando. En verdad, amigos,
a quienes el suelo que pisan, la planta de los pies no queme tanto
que sientan deseos de cambiarlo por otro cualquiera,
nada tengo que decirles—. Así habló Gautama, el Buda.
Pero también nosotros, que no cultivamos ya el arte de la tolerancia,que cultivamos más bien el arte de la intolerancia, nosotros que con consejos de índole terrena incitamos al hombre a liberarse de sus
[verdugos humanos,
a quienes viendo acercarse las escuadrillas de bombarderos del [capitalismo siguen preguntándonos
cómo concebimos esto, cómo nos imaginamos aquello,y qué será de su hucha y de su pantalón de los domingos después de una
[revolución,
a ésos, poco creemos tener que decirles.Historias del Almanaque, (Bertol Brecht)
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